Esta mañana hablaba con un español que está trabajando en Munich de albañil para empresas españolas instaladas en Alemania. Para evitar problemas en su conocida empresa, ni la profesión ni la ciudad son reales, aunque se parecen mucho. Él, junto a otros españoles trabajan para naves y locales, de 10 de la noche a 7 de la mañana, durante seis días seguidos a la semana aunque en realidad son cinco pues cada seis semanas se vienen a España a estar con la familia, esos días trabajados y acumulados de todas las semanas anteriores.
Se tuvieron que ir a Alemania pues en España perdieron los trabajos de construcción. Los jóvenes están contentos, pero este hombre con 50 años no, pues deja a su mujer e hijos y no lo lleva nada bien. Incluso no le gusta la vida que llevan aquí sus compañeros, a base de cerveza y bares, algo de juego y muchas tardes abandonados a la soledad de la habitación del hotel. No me acordé de preguntarle quien pagaba el hotel, pero sí sé lo que le pagan por su trabajo en Alemania. Son 9 horas al día para 2.000 euros brutos al mes.
Está pendiente de un trabajo que le podría venir de Suiza y allí casi le duplicarían el sueldo, pero él ahora si le pagaran 1.000 euros de sueldo en España se volvería. Por su edad, sobre todo, debe cotizar por la jubilación, es el único aliciente mental para admitir que tiene que trabajar como sea y donde sea. En los años buenos ganó bastante, pero aunque le queda algo ahorrado, le preocupa sobre todo los años cotizados para la jubilación desde sus 50 actuales a el momento en que le llegue. Está muy cansado.
Son españoles, trabajando para una empresa española, pero separados de España. Entre ellos se ayudan, pero también se vician y se vacían. Esta no es la España que debemos admitir. Creo. Por cierto en el trabajo los encargados y jefes de personal son alemanes, y están encantados con los trabajadores españoles. Y con los de la República Checa. Y con los de Polonia. Snif.