De acuerdo con un estudio mundial reciente sobre el homicidio realizado por Naciones Unidas en su oficina contra la Droga y el Delito (UNODC) y publicado en el año 2014 con datos hasta ese año, entre el 83% y el 95% de los homicidas a nivel global (países de los que se dispone de datos) son hombres. Pero los hombres son algo menos del 50% de la población.
Los motivos reales de esta enorme diferenciación no están claros. Los estudios van desde la testosterona hasta la socialización. La violencia además se ejerce sobre todo por hombres jóvenes.
¿Qué hay detrás de estas cifras?
¿No son violentas las mujeres o ejercen la violencia de otra forma?
¿Quién consume más drogas y más alcohol?
¿Quien compra más armas de fuego o armas blancas?
¿Quién es más proclive a formar pandillas violentas?
¿Quíen es más competitivo de forma anormal?
¿Quien recibe una formación, una educación donde la violencia (en cualquier escala) a veces es un activo?
¿Premia en exceso la sociedad el éxito y el poder a través de imponerse a otras personas?
¿Es algo que llevamos los hombres en nuestro ADN ancestral?
Lo curioso es que estos datos se mantienen entre países y entre diferentes culturas, religiones o forma de vida. Parecen siempre un problema de hombres, entre hombres y que cada vez afecta más a las mujeres. Aproximadamente el 80% de las personas fallecidas por estos homicidios en todo el mundo y de todo tipo son también hombres.
Estos datos cambian si los homicidios se producen en la calle o en el hogar. En la calle los hombres matan hombres y en el hogar, los hombres matan mujeres.
Muchos hombres son asesinados por personas que no conocen de casi nada, mientras que casi todas las mujeres son asesinadas por personas que las conocen y han convivido con ellas. Los infanticidios son cometidos en muchos más casos por mujeres.