Los políticos tienen que asumir que están para gestionar y para…, ganar elecciones. Ambas cosas van unidas y cuando se plantea el separarlas se hunde la idea, el concepto, el éxito.
GESTIONAR BIEN
COMUNICAR MEJOR lo que se gestiona
SABER GANAR
Si no se logra gobernar es casi imposible lograr que tus proyectos se puedan materializar, esos proyectos que son los que te dan sentido y no solo ideológico. ¿Para qué quieres tener buenas ideas si eres incapaz de poderlas poner en práctica?
Pero para gobernar hay que ganar y a veces se cometen errores que hacen casi imposible llegar a esa meta, errores que nada tienen que ver con las buenas ideas de los proyectos, sino con el orillamiento de que para ganar hay que conocer algunas técnicas básicas de gestión del márketing.
A la izquierda le da vergüenza asumir que además de producir ideas hay que saber venderlas, como hace cualquier empresa del mundo. Tan importante es fabricar un buen producto como saber venderlo. Y en política los errores en la venta de las ideas se pagan como en la vida real con los errores de la venta de lo que se produce. Y darse cuenta tarde es el primer error.
Cuando hablamos de errores a la hora de comunicar, de transmitir, explicar o vender, nunca nos referimos a errores puntuales, sino a errores de estrategia, constantes y mantenidos. Equivocarse en una campaña se paga caro, pero no es tan grave como equivocarse en los planteamientos de planificación.
Nunca hay que menospreciar al adversario, pues lo han elegido votantes parecidos a los tuyos, que dudan y que a veces antes ya te eligieron a tí. Si insultas al votante que opta por el adversario, se vuelve fiel ante ese adversario tuyo. El adversario es tan listo como tú. Y si en realidad es tonto, lo verán los demás, no tú. De lo que se trata no es de que lo vean tonto tus fieles, sino “sus” fieles.
Además de ideas, en política hay que entrar en el corazón, en los sentimientos, en la “clase” en la sociología y psicología de las personas, como individuos y como grupos. Si eres el candidato, aprende a transmitir que eres el mejor. El más cercano, el más capaz, el que tiene las soluciones, que no son muchas pero son muy eficaces y sobre todo muy posibles de realizar.
Hay que emocionar, hay que transmitir sentimientos de grupo y seguridad junto a una capacidad real de conocer y saber resolver. Y hay que decidir qué tipo de emociones queremos tocar, hacia donde nos queremos dirigir. Debes provocar emociones positivas hacia ti…, y emociones negativas hacia el adversario. Si lo haces al revés estás haciendo la campaña de tu adversario con tu tiempo y tu dinero.
La sociedad es muy plural, no requieren un solo tipo de mensaje, exigen guiños y mensajes personalizados. Debes intuir a quien no te estás dirigiendo y darles su parte de mensaje. Cambia de tercio en cada mensaje, sin que se note mucho pero para acceder a todos los segmentos de ese círculo cerrado que es la sociedad que requiere soluciones.
Nunca hay que dirigirse solo a esa parte del electorado que ya es fiel de fábrica. Con los fieles nunca se ganan unas elecciones. Se necesitan muchos infieles de otras alternativas, muchos indecisos, muchos convencidos de última hora.
Hay que saber transmitir imágenes, ideas que se puedan ver y tocar construidas con palabras. Todo lo que se diga debe estar contenido dentro de un paisaje, de un concepto que sea fácil de visibilizar. Las ideas deben entrar en el cerebro sin que nadie se de cuenta…, y para ello necesitamos las imágenes.
Nunca hay que cabrearse, nunca ser violento. Se puede ser contundente pero sonriendo. Se debe ser claro y fuerte, y tras cada zapatazo mental debe llegar un silencio. El silencio ayuda a marcar, a remarcar, a enmarcar. No te defiendas, pero aprende atacar sin violencia de ningún tipo.
El adversario nunca es importante. Y al igual que nunca hay que menospreciarlo, nunca hay que darle espacio ni importancia. El adversario es “poca cosa”, es un mindungui, un sin substancia. Sus ideas son flojas, y por eso nunca deben ser menospreciadas más que con frases cortas y tajantes. No merece la pena perder el tiempo con él, aunque la realidad es muy otra. Por eso hay que saber diseñar muy bien esas frases cortas que no empleen segundos pero emplean mucha efectividad.
Si quieres atacar a tu adversario, busca sus partes fuertes, sus puntos atractivos para sus fieles. Y destrózalos. No digas que es feo…, diles que es muy guapo pero está vacío. A veces amplificar sus puntos fuertes los pone en negativo.
Nunca expliques nada que no seas capaz de explicar bien a un niño de 10 años. Nunca emplees palabras complejas, ideas abstractas que no sabes si te las van a entender bien. Aprende en los bares, sé directo, emplea el idioma no verbal para remarcar, y si quieres explicar algo complejo, avísalo. Pero no es que los oyentes o lectores sean tontos, es que deseas llegar a todos. Incluso a los que no estén atentos.
Diferencia bien y con contundencia las diversas herramientas que empleamos para comunicar. No se debe utilizar las mismas frases ni la misma complejidad para una entrevista en televisión que para un discurso ante tus fieles o una entrevista en una revista especializada.
Y para cerrar…, siempre…, ofrece soluciones. Debes conocer qué les preocupa a tu sociedad, y sin afectar negativamente a los que dudan, ofrece soluciones posibles para todos. Nadie dijo que sea sencillo, pero es aquí donde debe quedar asentada tu ideología social, tu capacidad de liderar la gestión de la sociedad.