Una de las casi obligaciones que tengo es la de pulsar la sociedad, intentar saber en qué momento estamos. Este fin de semana lo he hecho con habituales, cuatro parejas de amigos que por separado ( de dos en dos parejas) han entrado al trapo. Hace unos años los podía catalogar más o menos de una pareja de extrema izquierda cristiana, dos de izquierdas y una de derechas. Ahora están en otras posiciones y eso me preocupa, pero soy incapaz de encontrar soluciones a los problemas que me plantean.
Ahora hay una pareja de izquierda cristiana y tres parejas de extrema derecha. No hay que ir a Europa, solo que aquí nos movemos más lentamente y no tienen de momento donde descargar sus iras.
La primera duda que podría surgir es como se puede convertir una persona de izquierdas en extrema derecha sin pasar por los intermedios. Tal vez dando la vuelta. La segunda duda que te puede surgir a ti como lector es si realmente son de extrema derecha de verdad, y te diré que no, pero lo parecen que es lo mismo mientras no les demos soluciones.
Ese odio al político, casi incluso al amigo político, esa violencia xenófoba, ese no entender ni a la justicia ni a la realidad laboral, ni a lo que ven en sus barrios cada vez más complicados de vivir, ni a lo que ya sufren algunos de ellos en sus comunidades de vecinos, les hacen convertirse en voceros de una extrema derecha de ideas. Sus planteamientos son duros pues ellos sí creen tener soluciones, y no admiten opiniones contrarias.
Los enemigos de ellos no son los enemigos que ellos creen tener, pero me he sentido incapaz de convencerles de ello. Y puedo jactarme de haber negociado algo en esta vida. Pero cuando se tocan las vísceras es complicado defenderse sin tocas las vísceras mutuamente, y no era ese el caso. Prohibido discutir ni subir el tono.
La izquierda nos creemos que hemos perdido el discurso, que no lo hemos sabido adaptar. Y siendo cierto, debemos reconocer que el reto nos parece imposible. ¿Hasta donde debemos adaptarnos? Tal vez mucho menos de lo que necesitan los demás, pues no creo yo que debamos ser nosotros los que rompamos la ideología de izquierdas. Incluso sabiendo que nos podemos quedar solos y abandonados.
Lo que nos piden muchos de nuestros vecinos y amigos es lo que ya dan Le Pen y compañía en Europa. Contra eso no debemos ni entrar ni acercarnos, incluso asumiendo que nos podemos quedar cuatro gatos. Aunque también es verdad que esta misma situación se dio en la Europa de 1935 y el final fue desastroso.