Hoy me ha sucedido un suceso hartamente complejo de valorar aunque muy simple y triste. Estaba cenando en un KFC en la Gran Vía de Madrid cuando una chica casi niña y muy normal de apariencia se nos ha acercado a menos de un metro de distancia. Instintivamente mi mujer ha puesto su mano encima del teléfono de mi hija mientras yo miraba a los ojos de la chica. En unos segundos un grito en el local ha movilizado a los camareros y a cuatro chicos muy jóvenes, entre ellos la chica dulce, y han salido volando del KFC.
Tras ellos ha salido una pareja a la que le habían sustraído el teléfono a unos cuatro metros de nuestra mesa y un camarero del KFC. A este último le han tirado nada más salir, una barra de hierro de la calle a los pies y solo ha podido coger en su carrera a un niño. El otro joven que corría junto a este y de unos 14 años había logrado escapar mientras que del otro chico y la chica que se nos acercó, nadie se percató de su marcha.
El niño detenido no tendría más de 10 u 11 años. Pequeñito, delgado, al ser registrado por el camarero le han encontrado tres teléfonos y ninguno era el sustraído. Muy posiblemente registrarlo es ilegal. El niño lloraba a golpes, decía que él no había hecho nada en un castellano muy irregular. El camarero ha llamado a la policía.
En un minuto, no más, han aparecido tres coches azules y un coche de la secreta. Han retirado al niño para que nadie lo viera pero no lo han metido al coche de policía, en espera de que llegara alguien, me imagino que de servicios sociales. Han comentado los policías dejarlo libre pues era un niño y no tenía el objeto sustraído, pero el camarero se ha puesto duro con ellos diciendo que están cansados de que todos los días están en la misma situación.
¿Nos damos cuenta de lo que esto representa de verdad? No voy a repetir comentarios de las personas arremolinadas ni del resto de camareros. He estado más de 15 minutos para ver el comportamiento de todas las partes. La policía ha estado exquisita. Han tapado al niño con la chaqueta de uno pues tenía frío del susto, mientras otro coche se ha ido a buscar a los padres, pues han dicho que lo habitual es que estuvieran muy cerca observando la escena, avisados por los tres que se han escapado.
No quiero entrar a comentar, sino a relatar un suceso que he visto muy de cerca. Omito comentarios, sospechas sobre un grupo de personas sentadas en un bordillo a unos 20 metros, y mi comentario final va dedicada al niño. Posiblemente la víctima mayor de este suceso. Debemos tener mucho cuidado sobre lo que representan estos actos. Lo grave no son los hurtos de teléfonos, sino el poso social que dejan estos actos entre la sociedad que asiste de espectador. Cuidado con el camino que no sabemos resolver.