Dijo el escritor francés Flaubert: “Hubo un momento en que los viejos dioses habían muerto y los nuevos no habían llegado todavía: el hombre estaba sólo”.
Estos procesos de cambio, a veces, necesitan su tiempo, y en los intermedios nos encontramos con situaciones como la actual. Ni nos sirve lo viejo ni creemos en lo que parecemos entender como nuevo.
Aún no hemos enterrado el cadáver del PSOE, pues morir es siempre es muy lento, sobre todo para los que saben que se van a morir y sus familiares. Y a veces efectivamente, es muy largo el proceso.
Nos faltan líderes y creemos de forma imberbe, que con tener grupos es suficiente. Llegamos a pensar que 100.000 son más que uno. Eso es matemáticas. El uno necesita a 100.000, los 100.000 necesitan a 1. Pero en su correcto orden.
Podemos sigue sin ser, o lo que parece lo mismo, se sigue dedicando a mirarse en un espejo y a quitar paja del suelo, para intentar dejarlo limpio. Es tanto lo que le queda, que por ellos sigue vivo el enfermo.
Los intelectuales, es decir, los que piensan: ya no hablan. Están en las listas negras de haber opinado. Si opinas y pierdes estás en la lista de los inútiles. Si opinas y ganas, al menos te dejan en paz y se olvidan de tí. Las listas negras las hacemos los que nos significamos y perdemos.