Poner en las calles de las ciudades la velocidad máxima de 30 kilómetros por hora no es una decisión vacía. No solo busca ciudades más amables con los niños, los ancianos y los adultos, sino que se basa en estudios de tráfico que indican sus beneficios para todxs.
Cualquier sistema de transporte tiene que ofrecer garantías de beneficios para todos los ciudadanos. Y por ello van surgiendo Redes de Ciudades que Caminan, como alternativa al desaforado aumento, ya frenado, del vehículo privado como elemento de tráfico excesivo.
A 30 km/hora, un peatón que sufre un atropello tiene un 90% más de posibilidades de sobrevivir que si hubiera sido atropellado a 50 km/hora.
A 30 km/hora el ruido de las calles se reduce en unos 3 decibelios y la calidad del aire por menos contaminación mejora con datos medibles.
A 30 km/hora hay menos atascos y curiosamente se pierde muy poco tiempo en trayectos urbanos de media distancia al evitarse estos. El flujo del tráfico es mucho más constante entre los diversos puntos de la ciudad, se evitan puntos negros y zonas de tráfico lento y es más cómodo viajar dentro del vehículo propio.
A 30 km/hora la sensación de que el vehículo privado es mucho más rápido que el transporte público disminuye y por ello se utilizan más estos últimos, restando tráfico privado, lo que facilita una velocidad más constante.