Es posible que la gran crisis de la izquierda en todo el mundo tenga que ver con la disyuntiva de que ya no somos necesarios, de que ya no existe la necesidad de que sigamos trabajando desde posiciones ideológicas de izquierda vieja. ¿Estoy loco? No, creo…, todavía no. Voy a intentar explicarme.
Gran parte de los enunciados clásicos de la izquierda, aquellos que son válidos y suaves, han sido adoptados ya por la derecha conservadora, en su afán de apoderarse de todo el espectro. Lógico según sus planteamientos de poder. La izquierda pues ha ido perdiendo parte de su posición identitaria, ideológica, pues está siendo compartida por más grupos.
En la medida en que la derecha se humaniza, acude a las ayudas sociales y a una sociedad más justa, sin dejar de trabajar para sus beneficios, resta sentido a la izquierda, sobre todo si esta no se sabe adaptar al nuevo mundo que va surgiendo.
Es cierto también que todos somos muy conscientes de que la sociedad nuestra, la occidental, cada día tiene menos derechos, peor trabajo, menos libertades civiles. Pero eso no lo percibe así la sociedad en su conjunto (o en su suma), o lo disimula a cambio de “otras” cosas, como la seguridad.
La parte más débil de la sociedad, los trabajadores que no se creen clase media, los que se acercan empujados hacia la miseria…, esos en el siglo XXI no votan. Han decidido hace mucho que no quieren votar. Incluidos muchos jóvenes que sí salen a la calle a reclamar.
Se da incluso la paradoja de que desde la extrema derecha se toman prestados algunos conceptos ideológicos de izquierda. Y que desde la nueva izquierda se hacen desplantes que asombran por su totalitarismo y populismo casi olvidado. Estamos liando al personal, de veras…, pues no nos aclaramos o trabajamos por embarrar todo.
La pérdida de los compartimentos estancos de lo que suponía izquierda y derecha ha traído el barullo. Barullo que aprovechan todos. Y digo todos sin olvidarne de ninguno aunque no los enumere. También los que no dan la cara nunca.
Si a eso le sumamos la desaparición de líderes con carisma y escuela, con ideas asentadas y posibles, con el discurso claro y transformador, mantenido y no cambiado en cuanto suene el cierzo…, el resultado está claro. La nada.
De mantenerse esta situación actual durante un quinquenio, un decenio a lo sumo, inevitablemente desaparecerá el concepto antiguo de izquierda y derecha definitivamente. Eso no quiere decir que a partir de ese momento exista una sola posibilidad política, que no haya conflicto ideológico, que la política deje de ocupar su puesto clave en el devenir de las sociedades. Pero con una mezcla que ahora no es fácil adivinar.
No hay que olvidarse que han existido ideologías anteriores a las actuales que han desaparecido o casi. El Peronismo, el Fascismo, la Falange, el Comunismo marxista, la Tercera Vía, el Anarquismo, el Individualismo, el Leninismo, el Pacifismo, el Socialismo Revolucionario, el Anticoloniamismo, la Antiglobalización, el Ecologismo drástico, el Radicalismo, el Antinacionalismo, el Comunismo revolucionario, el Colectivismo o el Nacionalismo, por poner algunos nombre sobre el papel. Hay más pero no quiero seguir pensando.
Las posibilidades pues de que crezcan o desaparezcan unos u otros, son muchas. Por eso la izquierda jugando a no ser…, nos la estamos jugando a efectivamente no ser. Pero otros sí serán. El vacío no existe, como poco está lleno de vacío.