De la portada de diciembre de la revista americana TIME se ha escrito mucho. Pero siempre se puede añadir algo más, pues para eso estamos todos nosotros. Y prometo no referirme a los posibles o imposibles cuernos de la letra M. Vaya…, ya me he referido sin querer al chiste fácil.
Dicen que el nombre de TIME significa “Today Information Means Everything”, algo así como “Hoy en día, la información significa todo”. Que sumado a su gran historia por sus muchos años, le hace una de las publicaciones semanales más importantes del mundo.
Pero una de sus más seguidas decisiones de cada año, de esas que muchos están pendientes como si fuera a ser TIME quien nos tuviera que decir quien es importante o no en el año que viene, es precisamente eso: elegir la “Persona del Año”.
Este diciembre lo tenían fácil. Tras Angela Merkel, qué mejor que darle el título a Donald Trump. Bien, es lógico. Sin duda será el hombre del año 2017. Como antes lo fueron Papas, presidentes de los EEUU, actores, periodistas, empresarios, deportistas o el mismo Hitler.
Trump será el hombre del año y puede que de los muchos años que juegan entre la segunda y tercera década de este siglo. Ya veremos. De momento en la portada lo han puesto en medio y mirándonos a todos nosotros. Estéticamente le sobra espacio por su izquierda (en la fotografía, claro), pero él con su mirada ocupa todo. Te lo encuentras en el despacho de tu empresa, tras el sillón de los despidos, y te haces pis sin notar la humedad. Date por jodido, pensarás.
Donald Trump es la gran incógnita. Puede ser un gran peligro o un globo desinflado. Puede significar lo peor para Europa o un mediocre empresario con despacho nuevo. Un amigo de Rusia o un enemigo de todos. Un nacionalista americano o un mentiroso de campaña. Hoy los presidentes no mandan. Incluido en los EEUU. Pero tiene botones, los medios de comunicación y los errores verbales a su mando.
Dicen los mal pensados que en los EEUU un Presidente no se puede equivocar…, pues no le dejan equivocarse ni por las buenas ni por las malas. Algo parecido sucede en el Vaticano. Haber si resulta que votamos para nada, y que quien manda en el mundo, en los países, es quien tiene el dinero de verdad, ese que no se imprime en billetes. Yo no creo eso, para ello me entreno en ser cada día más tonto.