Los hombres no siempre entendemos bien el sentido común en las relaciones (generalmente) entre personas de diferente sexo, al menos en la misma medida que las mujeres, lo que nos convierte en más débiles en la inteligencia emocional de la relación social. Si a alguien no lo conocemos de nada, no tiene ningún sentido decirle un piropo.
¿Le diríamos “guapo” a un señor de 50 años que pasea por la calle, aunque fuera guapo? ¿Le susurraríamos con cara de degüello “qué piernas tan bonitas tienes” al repartidor de correo de todas las mañanas, que lleva un bigote de sorprender? ¿Le miraríamos el culo con osadía de cazador, al señor joven que va con sus dos hijos de la mano hacia la escuela?
Estos tres ejemplos me sirven por igual, si quien osa decirnos “guapo” o “chulapo” es un hombre o una mujer. Yo personalmente si una mujer me mira con descaro el culo…, me quedaría sorprendido y anonadado. Y le recomendaría que se cambiara las gafas de culo de vaso que llevaría, seguro, pasadas de graduación.
A las personas hay que decirles “guapo o guapa” si las conoces…, y sabes que te lo entienden y te lo admiten. Y aunque hay que tocarnos más todos. Incluso mucho más. Y darnos abrazos de oso o de árbol, pero sin agredir con la mirada, con las manos, con la boca, con el pensamiento, debemos saber a quién y si hay duda preguntar.
Ya sé que a los hombres nos han programado para que se nos vaya la vista hacia el canalillo, y que debemos entrenarnos en evitarlo. Bien, admitimos pulpo como animal babosete y de muchas patas. Lo llevamos dentro. Es decir, lo tenemos que educar. Pero entrenémonos en desaprender, que ya no estamos en la cueva.
Os doy un truco. A mi me gustan mucho las manos femeninas. Si les miras las manos a una señora, ellas no sospechan nada. A cambio, si te gustan las manos, eras capaz como león cazador de curarte poco a poco de tus instintos. Pero no le contéis el truco a las mujeres, que se esconderán las manos. Schissss!, es secreto.