Una de las características de las personas válidas para hacer emprendimiento propio o para triunfar en los trabajos de otros, es ser puntual. Parece simple, pero en cambio cada vez es menos habitual encontrar personas que sean puntuales por respeto al menos.
En estos tiempos la impuntualidad es una inconstancia que no se tendría que perdonar, y curiosamente la impuntualidad es mucho más habitual de lo que nos creemos y un grave problema de productividad. Los minutos que tú llegas tarde los perdemos muchas personas en una multiplicación absurda.
A la hora de tomar decisiones sobre los horarios de las reuniones de trabajo, siempre se tiene en cuenta este defecto para organizar los tiempos. Es decir, se asume de antemano que la impuntualidad es muy posible y con ello la pérdida de tiempo de todos los demás.
Una persona impuntual retrasa minutos de todos los demás. Y el tiempo es un recurso que no valoramos siempre, pero de un valor incalculable. El tiempo es finito, y para organizar las jornadas de todos, no se peude estar pendiente de los minutos que se pierden por la impuntualidad de otras personas.
Hay que ser responsable, pero sobre todo hay que ser respetuoso con todos los demás. Excepto con el impuntual, efectivamente. Ser puntual no se negocia, es un valor simple y que todos debemos tener. Y no es nada complicado ser puntual.
Si para serlo tienes que llegar 15 minutos antes, hazlo. Tus 15 minutos son menos que los 5 minutos de 10 personas que asisten a tu reunión. O que incluso los 5 minutos de quién te va a recibir y del que desconocemos cómo tiene organizada su agenda.
Ser puntual es llegar cuando hay que llegar…, tres minutos antes si es posible. Pero también la puntualidad es entregar un trabajo a la hora convenida, es cumplir con los horarios, o terminar una reunión cuando se ha establecido. El tiempo no tiene valor… de tanto como vale.