Leía hace unos minutos a Raúl del Pozo y casi me emocionaron sus palabras. Venía de leer una larga entrevista a Pedro García Cuartango, actual director de El Mundo y me agradaban parte de sus palabras. Leo todos los días a José Luis Trasobares, me encanta Francisco Umbral, Fernando Onega me pone, incluso Juan Bolea se merece un aplauso mío en algunos momentos, sin olvidarme de las gentes de eldiario.es , jotdown.es o de publico.es que son fabulosos. ¿Qué me está pasando con este barullo de ingredientes tan extraño?
Yo creo que es la edad, pero en absoluto la falta de criterio a la hora de admitir todo, hay otros que me dan asco y no lo leo nunca, aunque su titular sea sangrante. Debe ser simpatía personal con unas dosis de mirada vieja. Las gentes de mi edad miramos de otra forma.
Estamos en el siglo XXI pero eso no evita poder seguir andando por la calle como si estuviéramos en el siglo XX. Eso sí, hay que saber que ya no estamos en los tiempos viejos, que todo el mundo líquido nos ha movido de formas y posiciones, y que tras adaptarnos a los huecos de la botella, tenemos que seguir pensando igual pero con distintos colores. Andar como un viejo sí. Pensar como un viejo ya no.
Nada está cambiando, aunque creamos que sí. Los griegos o los egipcios o los romanos inventaron ya todo, excepto internet. Y ahora nos toca seguir leyendo a los clásicos letrados para ser muy modernos y funcionar positivamente en el siglo XXI, que es un lugar mucho más moderno que el siglo XX, pero tal vez menos moderno que el mundo griego.
Pero hay que leer entre líneas, coger lo que nos interese y adaptarlo. Si cogemos todo nos entra el esclavismo y eso ya no funciona para nada en el siglo XXI. ¿No funciona para nada? ¿O lo hemos pintado de color rosa?