El peligro de las redes sociales para los políticos es infinito. No hay tamaño en eso y deben aprender a dejar de usarlas, excepto para intentar manipular con sus soflamas, pues queda claro que no hay tamaño de la idiotez colectiva.
Hace una semana unos seguidores de Twitter pusieron a caldo a un político aragonés de izquierdas por unos comentarios en la red sobre el partido de fútbol del Barcelona y algunos cambios que hizo su entrenador. No es el único caso pues con la monserga el Real Madrid tiene pillados a varios políticos y políticas aragonesxs, curiosamente también de izquierdas de diferentes partidos, contra los que van comentarios insidiosos cada semana.
Ser político de izquierdas parece reñido con tener vida personal, privada y deportiva.
Pues no, los políticos de izquierdas comen, cagan e incluso se dan gomina. Pero como sociedad somos tan cortos de entendederas, que nos hemos creído que para ser político de izquierdas debes ir con el transistor en el bolsillo, no debes ducharte todos los días pues se gasta mucha agua y menos peinarte si tienes visita en el despacho, debes llamar desde las cabinas y nada de llevar teléfonos modernos y comer solo puré de patatas.
Hoy le ha tocado el turno a un político de Podemos, también de izquierdas, que por publicar una loa a Galicia mientras se comía una mariscada de lo más normal, lo están poniendo a caldo.
Lo curioso es que nadie le llama tonto —que es lo que es— por dar información de lo que está comiendo, sino le llaman jeta, por comerse una navajas, unas zamburiñas y unas almejas en Galicia. ¿Pero no le pagamos un sueldo tasado para que se lo gaste en lo que le venga en gana, como a cualquier profesional? ¿Diríamos los mismo si publicara nuestro Jefe fotitos mostrando en qué se gasta lo que no nos paga en horas extra?
A un político hay que tasarle lo que hace en las horas de su trabajo.
Como a un empresario, a un juez y a un médico.
Si después se mete el dedo en la nariz o si bebe vino de 50 euros la botella, nos tiene que traer al pairo. Lo que roba hoy un político (menos algunos jetas) es siempre muchísimo menos de lo que ese mismo político —si es un incapaz— logra hacer perder a todos los ciudadanos con sus incapacidades, que por cierto casi nadie nombra o critica.
Si te gasta 6 euros en una gomina te pondrán a caldo para siempre. Si con tu decisión lograr que la ciudad pierda cinco millones de euros, el silencio te acompañará. ¿Somos tontos o somos muy tontos?
Por cierto, se me olvidaba.
Los políticos de izquierdas, incluso los comunistas y socialistas de libro viejo, no queremos repartir todo lo que tenemos todos entre todos.
Lo que queremos repartir o controlar o vigilar, es: quien tiene, posee, manipula a su favor los medios de producción y de creación de riqueza.
Ya en el siglo XXI nadie quiere el mismo televisor para cada familia numerosa, eso es muy antiguo. Ahora de lo que se trata desde la izquierda es de que no se manipulen y distorsionen los medios de producción, de trabajo, estratégicos para el país, financieros, educativos o judiciales, por nombrar solo algunos.
Ya no se trata de prohibir que haya iglesias o que se vaya a misa. Ahora se trate de que a mi o a mis hijos no me obliguen a ir a misa o a llevar flores a María en mayo. ¿Entendemos la diferencia?