La política, la democracia, el derecho y el deber de elegir a nuestros representantes políticos está tocado de muerte a poco que sigamos por el mismo camino actual. Elegimos a nuestros alcaldes (indirectamente) a nuestros Presidentes de Autonomía o a nuestros Presidentes de Gobierno nacional, pero ninguno de ellos es quien de verda manda o gobierna.
La inmensa mayoría de las decisiones que afectan a nuestra forma de vida más común, proviene ya de Bruselas. Si a eso añadimos que en los últimos años hemos metido a los jueces en las decisiones de gobernar a costa de llevar a los tribunales aquello que perdemos en las distintas mesas parlamentarias, queda claro que votar sirve cada vez para menos.
En España aunque haya un gobierno de izquierdas o derechas, elegido por los españoles, quien de verdad manda es el que manda en Europa, sea de izquierdas o de derechas en cada momento.
Y ese problema es el que lleva a la disfunción más grave de la actual democracia. Europa sigue siendo un Gran Mercado Común, sin confluencias políticas, pero en cambio sí ordena y manda sobre las políticas que afectan a todos los ciudadanos.
Un partido político puede construir un programa electoral con el que gana las elecciones. Pero llevarlo a práctica depende de quien legisle en Europa. O de quien te juzgue si al final mandan a los tribunales tus decisiones. Sean monetarias o de carriles de bicicletas.
¿Para qué voy a votar, si en realidad quien manda en política es la suma de unos poderes fácticos, más unos poderes que yo no elijo y están en Europa más las decisiones de unos jueces que no elige (casi) nadie?
Para gestionar la limpieza de los parques o los semáforos, sirve un buen gestor de comunidades de vecinos. Para legislar sobre asuntos menores aunque sean nacionales, sirve un Consejo Consultor.
Mucho cuidado con esta desviación en las posibilidades de medrar.