Una sociedad es la suma de varios factores sueltos, diferentes, que se unen en un momento histórico hasta formar esa sociedad.
Ese conjunto al que llamamos sociedad como nombre más sencillo, es en realidad la suma de varios pilares que en diferente grado configuran —con la adición de ingredientes muy distintos— una mezcla, una masa que hace fermentar el momento social, la historia, el camino hacía el que nos llevan y vamos todos, pues no hay que olvidarse de ningún componente ni de ninguna responsabilidad. Incluida la de las personas de la calle. Todo suma, o todo resta.
Ese conjunto al que llamamos sociedad como nombre más sencillo, es en realidad la suma de varios pilares que en diferente grado configuran —con la adición de ingredientes muy distintos— una mezcla, una masa que hace fermentar el momento social, la historia, el camino hacía el que nos llevan y vamos todos, pues no hay que olvidarse de ningún componente ni de ninguna responsabilidad. Incluida la de las personas de la calle. Todo suma, o todo resta.
Y ahora hablemos de la sociedad española actual.
Quien gobierna —desde el Parlamento o desde los poderes fácticos (escondidos)— sabe que tiene que dominar un gran porcentaje de algunos componentes de esos que son imprescindibles y que siempre se dan en todas las sociedades.
No es posible gobernar con capacidad si no se controla bien casi todo el número de pilares que sujetan la sociedad, de columnas del sistema. Gobernar no es cambiar leyes, es controlar los diferentes instrumentos del poder. Y cuando no es posible controlarlos (según tu idea de gobernanza) es cuando se intentan cambiar las leyes, las normas.
No es posible gobernar con capacidad si no se controla bien casi todo el número de pilares que sujetan la sociedad, de columnas del sistema. Gobernar no es cambiar leyes, es controlar los diferentes instrumentos del poder. Y cuando no es posible controlarlos (según tu idea de gobernanza) es cuando se intentan cambiar las leyes, las normas.
La suma de todos estos componentes anteriores, en la medida que cada gobierno es capaz de controlarlos, es la gestora que gobierna en realidad, aunque no conozcamos sus caras y a muchos de ellos no los hayamos elegido nunca.
No es pues ni un partido político, ni mucho menos una sola persona rodeada de una docena de gladiadores o dos centenares de diputados. El Poder real es mucho más que las personas que vemos, que dan la cara.
No es pues ni un partido político, ni mucho menos una sola persona rodeada de una docena de gladiadores o dos centenares de diputados. El Poder real es mucho más que las personas que vemos, que dan la cara.
Si mezclamos, controlamos y agradecemos (con premios) a la religión del país en concreto mezclada en su justa medida con la educación, esa misma religión auspiciada con cierto componente militar o de poder económico y social, una justicia asentada con algunos retos muy señalados en sus ideologías que les otorguen respeto, unas ayudas imprescindibles en la política internacional más influyente, una dosis grande y amigable de poder financiero, más otro componente de poder empresarial con mando en el PIB, una debilidad social de los sindicatos y los trabajadores, una atención declarada hacia los más débiles de tu propia sociedad…, pues ya tienes una suma propia diseñada a tu forma de gobernar y que son los que en realidad forman tu ejército de gobernantes y que es imposible de batir, de mover.
Daría igual si quien logra esta mezcolanza es conservador, liberal, dictador, socialista o comunista.
Quien sea capaz de hacer esa mezcla sabe que controla la sociedad por mucho tiempo.
Y lo que es igual. Quien no sea capaz de hacer de alguna forma una mezcla parecida a esta y con capacidad de sujetar los ladrillos, sabe que no podrá gobernar, sino y si acaso, lograr el sillón del poder, que aunque creamos lo contrario, ni es lo mismo ni se parece.
Para gobernar hay que tener mucho más que una mayoría en el Congreso de los Diputados. Para gestionar no es necesario, pues se pueden utilizar otros "poderes".
La “trama” o los “poderes fácticos” no son imbatibles si se han sabido gestar sus normas de funcionamiento estando dentro durante bastante tiempo, para controlar la función de unas reglas muy claras, conocidas y practicadas.
Y para eso hay que estar en su interior como están los conservadores —que conservan sus privilegios— para edificar los gobiernos con las mismas normas y posibilidades que emplean las fuerzas conservadoras.
Y para eso hay que estar en su interior como están los conservadores —que conservan sus privilegios— para edificar los gobiernos con las mismas normas y posibilidades que emplean las fuerzas conservadoras.
Pero si les dejamos que ellas solas se organicen, estamos siempre perdidos.
La izquierda ha estado excesivas décadas más pendiente de la micropolítica que de la macropolítica.
O lo que es peor, no ha querido entrar en la macropolítica, dándose por vencida…, ella sabrá por qué.
Para poder hacer cosas de micropolítica social, hay que saber controlar bien la macropolitica institucional, hoy ya europea como poco.
Para poder hacer cosas de micropolítica social, hay que saber controlar bien la macropolitica institucional, hoy ya europea como poco.
A finales de los años 70 se admitía sin remilgos que la única manera de tener posibilidades de alternancia en el poder (democracia) era a costa de tener desde dentro una influencia en la justicia que fuera efectiva, un ejército profesional, una sociedad culta y bien formada desde la escuela pública, una iglesia que se dedicara exclusivamente a sus funciones, una economía controlada desde el gobierno moderna y contundente pero con control del legislativo al que no le temblaría la mano y aderezada con algunos ejemplos de banca pública funcionando de contrapeso para mover el dinero según sea necesario.
¿Qué nos queda de todo aquello planificado en el 1975, en este 2017?
¿Quien ha perdido la batalla y por qué?