Todos (casi) entendemos bien qué es la micro economía o sociología, la macro sociología o economía. Y comprendemos que interactúen entre ellas, entre la micro y la macro, entre sociología y economía. Como admitimos que en medio de todo ello está la política y sus formas de actuar, controlar, diseñar, dirigir, mover o estropear.
Pero entre lo micro (lo personal, los pequeños grupos) y lo macro (las grandes empresas, los países, las sociedades) necesitamos un espacio intermedio que sepa y logre hacer interactuar sobre posibilidades en los funcionamientos positivos de las sociedades.
Y es en este espacio, la mesosociología o la mesoeconomía, donde entra a trabajar la política, siendo su campo de juego, pues debe lograr que los pequeños grupos tengan poder de influir en los grandes grupos, y al revés que los deseos de los grandes grupos sean positivos y controlables para que los grupos sociales pequeños no queden axfisiados.
Si la política tan solo quiere actuar en la micro sociedad —las personas y los barrios por simplificar— estará dejando de lado un espacio tremendo de actuación, entregándolo en bandeja a las grandes corporaciones. Si la política se cree incapaz de influir en la macrosociedad , en la macroeconomía —la ciudad, la nación, la sociedad global y sus problemas—, debe retirarse de la actividad política.
El papel de la política es actuar en el espacio “meso” intermedio, donde puede lograr que el agua —o el servicio— sea suficiente y además barata hasta llegar a las depuradoras (macro) y sea sencilla de repartir a todos los grifos de los ciudadanos (micro).
El político que solo se ocupa del problema del grifo, se estará equivocando.
El político que solo se ocupa de los grandes pantanos, también.
El papel del político es precisamente actuar de intermediario entre lo macro y lo micro. Gobernar es siempre mediar.