En las teorías de los conflictos sociales, todos entendemos con facilidad los posibles conflictos que se pueden generar entre las diferentes clases sociales. Vienen de muy antiguo, tienen unos motivos claros de diferenciación social, nos parecen lógicos pues con anterioridad los hemos visto repartidos por todo tipo de sociedades, y es fácil entender que el “rico” y el “pobre” lo son precisamente por depender el uno del otro, por apoderarse el uno de lo que genera el otro y así ser más a costa del que el otro sea menos.
Pero en los últimos años se está dando también el conflicto, dentro de la misma teoría, del feminismo contra el machismo. Está claro que de momento se considera tanto al machismo como al feminismo, como divisiones sociales minoritarias, y a las que no nos queremos adscribir todos los ciudadanos.
Ser rico o ser pobre, solo se cura si eres de la clase media, inventada precisamente para evitar la dicotomía entre dos antagonismos tan claros. Ser feminista o machista se cura obviando esta división y no querer hacer caso a la misma. Entender incluso que ambas son negativas, aunque sea en diferente grado.
Pero la tendencia es a que este conflicto aumente. Y a que la adscripción a los dos grupos sea cada vez más amplia, creciendo lateralmente la demostración de que hay serias diferencias que obligan a tomar partido hacia una de las dos partes.
Pero esta diferenciación en búsqueda de la teoría del conflicto, es más grave todavía que la de ricos y pobres. Si el conflicto se crea entre mujeres y hombres (aunque haya siempre componentes de diferente sexo en ambos grupos) el futuro de la sociedad, sin peligrar, se modifica sustancialmente.
Se momento es un conflicto muy minoritario, pero en aumento. Por responsabilidad de toda la sociedad, sin duda. Y como todas las teorías, son simplemente eso, teorías. Hasta que dejan de ser teorías.