Este fin de semana Europa se juega otra vez más su futuro. Excesivos riesgos, excesivos juegos de manos, dudas, problemas e inseguridades. Así es imposible crear una Europa válida para su sociedad. Nos estamos acostumbrando a poner todo en tela de juicio varias veces al año. Algo estamos haciendo muy mal, lo sabemos, pero somos incapaces de hacer algo mejor.
Mélenchon no quiere votar contra Le Pen, o al menos así lo han decidido sus 250.000 simpatizantes que han ido a opinar, que son muchos menos que sus siete millones de votantes en la primera vuelta.
¿Ustedes se imaginan lo complicado que es lograr tener apuntados casi 500.000 inscritos como simpatizantes (Francia Insumisa no es un partido al uso y no tiene como Podemos militantes clásicos), para que ahora decidan ellos mismos abstenerse o votar en blanco, ante la posibilidad de que entre a gobernar en Francia y en Europa la extrema derecha?
Ya, ya, el otro candidato en un centrista liberal, y todo es un ejercicio como el que hizo en España Pablo iglesias no apoyando un gobierno donde estuviera Rivera, y prefirió que al final gobernara Rajoy. Complicada decisión, sobre todo si se vuelve al revés.
Ganará Macron, aunque es lo de menos, pues el Juicio Final, el importante, será en junio con las legislativas. Con un Partido Socialista en el 6%, no ya orillados, sino simplemente destrozados en la ignorancia electoral, la pelea por obtener el poder real va a ser complicadísima. En dos meses, Europa se la volverá a jugar. Y tres meses después nos vendrá la resaca de todo esto con las elecciones en Alemania. Un sin vivir, dice la vieja Europa.