Estuve hace un par de semana hospedado unos días en un bello hotel a la afueras de una localidad asturiana. Grande, elegante, con una buena cocina de gran servicio, que durante algunos fines de semana hace servicios de boda y similares y entre semana vive de algunos viajes y viajantes…, y de coches elegantes que entran y salen.
A primera vista es un hotel excesivo para la pequeña localidad, excesivo por encontrarse en un polígono industrial irregular, pero que parecía funcionar muy bien por el número de personas que trabajaban y por los dos tipos de hotel que tenían en el mismo complejo, con servicios que no quiero añadir para no dar más pistas.
Efectivamente, tenía dos zonas de aparcamiento. Una a la entrada junto a la carretera y otro en la trasera del edificio, donde pasaban las horas muertas semi escondidos coches de alta gama que nunca repetían. Por cierto, si se imaginan trampas sexuales, advierto que como norma el sexo lo realizan dos personas, y casi es mayoría que una sea de un sexo diferente al otro. Y aquello no sonaba en todos los casos a prostitución de lujo, advierto.
La corrupción es intrínseca con una cierta parte de la sociedad. Somos habituales de saltarnos las normas, y todo depende de nuestra capacidad para jugar con el poder o el dinero. No todo es ilegal, pero sí mucho es amoral y el resto juega en esos límites de la ley, que dependen más de los excelentes asesores y abogados que de las ganas y el tamaño del truco o del trato.
Nada nuevo ¿verdad? Lo que quiero señalar es que las trampas, pequeñas o inmensas, se llevan haciendo siglos entre los que nos rodean. En mi ciudad había cines para meterse mano los hombres con los hombres, había (y lo digo en pasado para no dar pistas) hoteles con saunas comunales escondidas en las terrazas, había restaurantes con reservados cariñosos, había asesores que trabajaban para empresarios de muy lejos para que nadie sospechara nada.
Había putitas finas en cafeterías de las 11 de la mañana cuando aquello siempre nos parecía un ejercicio cutre. Y había contables que iban a las visitas de sus clientes de tres en tres para impresionar de su eficacia. Por poner algunos ejemplos pequeños de una ciudad pequeña.
Hay que luchar contra la suciedad, pero desde la inteligencia social del conocimiento, y no solo con las buenas ganas y la limpieza de estilos. Para limpiar cloacas hay que mancharse y andar junto a las ratas, y si nadie quiere mancharse…, pues no se podrán limpiar las cloacas.