El cainismo es una mala enfermedad invalidante en política, pero no es fácil que lo detectemos. Ahora en España podemos estar en la fase de convertir a la izquierda política en inútil como herramienta política para transformar la sociedad desde el poder, pero creemos que opinar así es no ser de izquierdas.
La izquierda como ideología social es MUY necesaria (e imprescindible) como herramienta de freno de abusos y de transformación en el reparto y control. Pero para ello y si seguimos jugando a dividirnos en trozos, no es necesario tener partidos políticos, sino organizaciones sociales, sindicatos, ONG, fundaciones políticas o asociaciones territoriales.
La izquierda empieza por asumir en pequeños corros, que somos “las izquierdas” como la mejor y más tonta forma de minusvalorarnos. El plural aquí divide salvajemente, en vez de sumar. Hay una ideología con algunos matices, con cambios lógicos según el momento histórico y las necesidades de cada momento.
Sin duda existen muchas derechas, pero sin duda entre ellos siempre son “la derecha”. Pero en cambio, a la izquierda nos hace hasta gracia sacar nuestras diferencias como un valor añadido. Incuso creemos que es un valor que nos da marchamo de una democracia superior, de más demócratas que los que van siempre unidos y de la mano. En realidad nadie habla de pensar igual, sino de actuar y trabajar por los mismos objetivos.
La diferencia es que existen muchas derechas, muy diferentes, pero todas ellas tiene un único objetivo. El PODER. Las izquierdas somos entre nosotras mucho más parecidas, pero la meta la queremos alcanzar desde muy diferentes caminos, por muy diferentes senderos. Y así nunca llegamos al final de los caminos con garantías de éxito. Nuestras tropas caen en todas las emboscadas, por debilidad.
Si la izquierda no va unida a los andurriales en los que han convertido la actual sociedad los manipuladores de laboratorio social, político, económico y laboral —si no va unida la izquierda, repito— no sirve de nada que sigamos existiendo.
Pues para perder ocasiones de cambiar la sociedad, para seguir jugando a darle el poder a la derecha, no hace falta que nos disfracemos de partidos políticos de izquierda. Hay muchas otras maneras de ayudar a la sociedad necesitada, de incidir y cortar los abusos sociales. Y la realidad es que cada vez hay más comprometidos con las ideas sociales de progreso que ya trabajan en esos campos, alejados de la política de partidos.