Los agradecimientos a Mariano Rajoy de algunas personas por los premios de la Medalla de Oro al Trabajo, han resultado vomitivos. No eran necesarios, tapan un componente degradante del empleo en España, se oculta que la calidad del trabajo no es comparable al de hace una década ni al que existe en Europa para los nativos de cada país, y esconde una pátina de caspa sucia que denigra a quien la dice y a quien la recibe con cara sonriente y aplaudiéndose él mismo.
España no puede estar orgullosa de lo que le está sucediendo con el empleo. Ni cuando lo perdía en una sangría constante, ni ahora que lo recupera de forma rápida pero indigna en sueldos y condiciones. Así España no logrará ponerse a la altura de sus vecinos europeos históricos. Podemos ser como Bulgaria, como Rumanía o como Lituania, pero no como Francia, Italia, Alemania o Suecia.
Yo no me conformo con ser parecido a Bulgaria o Polonia, quiero ser francés o alemán. Y por eso no puedo aplaudir por crear empleo de servicios sin valor añadido, sin sueldos dignos, sin posibilidad de independencia para los jóvenes, sin cotizaciones que aseguren las pensiones. Lo siento.