El terrorismo busca tan solo el terror. Y esto tan obvio lo desentendemos con facilidad, llevados por días como el de ayer, donde el dolor y la sangre se nos amontona, a olvidarnos que lo importante es aprender a defendernos. El terrorista solo busca aterrorizarnos. Meternos miedo, dominarnos desde los conceptos más básicos del ser humano, donde el miedo y la inseguridad topa un cuerpo principal. Quiere dominarnos con el miedo.
Los que hemos vivido décadas de terrorismo cercano, los que hemos estado viviendo en el País Vasco un poco de tiempo, sabemos lo que supone el terror como arma de silencio, de modificación de conductas, de vigilancia extrema al cercano, al diferente. Sabemos lo que cuesta adaptarse a la normalidad tras cada atentado.
El terrorismo se está cebando en los últimos tiempos con las ciudades importantes. Al terrorista no le importa nada la vida de quien muere, no quiere saber quien es, tan solo le importa el número, el dolor mostrado a color y con sonido, el tamaño del miedo, salir en los medios de comunicación. Su método para medir el éxito o fracaso se basa en minutos de audiencia, en centímetros cuadrados de portadas.
La misma medida que sin querer, nosotros mismos nos recetamos para sufrir más y más, creyendo que es lo correcto. Las imágenes que publicaban ayer diversos medios tanto en internet como en televisión, son muestra de lo tontos que podemos ser a la hora de defender nuestro modo de vida.
Estábamos cayendo minuto a minuto en la trampa que nos había colocado el terrorismo, dando imágenes absurdas de los despliegues de la policía, de los miedos de las personas, de los caídos, de la sangre, del horror y las huidas. Confundimos libertad de expresión con inteligencia social.
Las ciudades deben aprender a defenderse de otra manera. Las sociedades debemos aprender a organizarnos para defender nuestras formas de vida. Al terrorista le da igual quien muere. Ellos atacan a los símbolos, a las ciudades con nombre, a las situaciones que saben les van a dar altavoz.
Debemos aprender a defendernos mejor, pero siempre desde la inteligencia social y no desde el primitivismo.