En pocos días, a lo sumo en dos semanas, nos vendrán los periodistas de vacaciones y nos empezarán a contar lo mal que tenemos el mundo y lo peligrosas que son las depresiones postvacacionales. Incluso desde la televisión nos dirán que todos los programas son nuevos, que debemos comprar fascículos de algo y de que el año empieza de nuevo en septiembre. Todo mentira.
Venimos de las vacaciones convencidos de que ese periodo de pocas semanas que hemos vivido en un lugar extraño es maravilloso. De que somos esclavos del sistema y de que esto no puede continuar así por más años. A las dos semana se nos han olvidado todas las buenas intenciones y caemos otra vez en el consumismo absurdo, en trabajar (si tenemos trabajo) cuantas más horas mejor por si acaso, en no saber defender nuestros derechos, y en odiar a todo el que manda aunque sea el alcalde.
No somos capaces de pararnos a pensar en el mundo que efectivamente queremos, pero en el mundo cercano, en el que podemos incidir con nuestras decisiones. Creemos que la culpa siempre es de otros, que nosotros somos incapaces de modificar nada, y a lo sumo nos apuntamos a un gimnasio durante dos meses. ¿Hacemos algo diferente por nuestra sociedad?
No nos dejemos manipular por nadie, seamos nosotros mismos con nuestras necesidades y nuestros deseos posibles, trabajemos por nuestras libertades y busquemos la felicidad. Nadie la regala, pero sí mucho nos la intentan robar.