En estos días mis entradas sobre Cataluña están siendo leídas por más lectores que nunca. Parece lógico, pero es tarde. Ser simples espectadores es muy poca cosa para que los problemas no se vayan complicando, sean los catalanes, los laborales o los de convivencia.
Yo estoy en medio de las dos opciones, soy de esas personas peligrosas para todos, que creemos que lo están haciendo mal los que desde Cataluña quieren revivir tiempos viejos y separarse de España sin valorar que la democracia hay que cuidarla, y los que desde España (léase Madrid) se equivocan con insistencia y se obcecan en no querer dialogar, cuando el problema es de sociedades y no de ideas simples.
Cataluña hay que vivirla, conocerla más si queremos entender y opinar. Si queremos resolver y dialogar. También lo puede hacer un gallego, andaluz y sin duda un aragonés, pero sin ser garantía de nada, se necesita mirada de futuro.
El día 1 de Octubre no se votará. Nadie sabe qué sucederá el 30 de septiembre ni a partir del 2 de octubre. Pero pasarán cosas, sensaciones, problemas, necesidades. Y todo eso al final, sólo será posible resolver con diálogo.
Habrá que construir las personas que sean capaces de dialogar desde las dos orillas. Y habrá que conseguir que desde ellas hacia abajo, se construya la tranquilidad, la confianza y la suavidad. Algo os aseguro, tremendamente complejo.