Dentro de las tonterías que cada uno tenemos que soportar, estos días yo leo algunas consideraciones racistas escondidas que me preocupan por la falta de educación escolar y social que suponen.
El nacionalismo exacerbado siempre es peligroso, y curiosamente el nacionalismo normal es positivo. Pero no sabemos explicar las diferencias entre uno y otro.
No es lo mismo el socialismo que el nacionalsocialismo. El primero es de izquierdas y el segundo de extrema derecha, por poner ejemplos similares.
Leo y escucho a favor del viento super conservador que nos invade, que los españoles son lo primero, que lo que hay en España debe ser para los españoles, etc. etc. ¿Sabemos qué somos los españoles, qué representamos en el mundo? Los españoles somos tan poca cosa que en cuanto salimos de este espacio minúsculo somos extranjeros e inmigrantes. Excepto que seamos ricos, es decir, igual que nos sucede aquí con los que vienen desde otros países.
En realidad no somos racistas, sino clasistas. Si quien se acerca es millonario le vemos su cultura, costumbres, piel o color de otra forma más respetable.
Este año he estado casi dos meses en diferentes países, sintiéndome turista porque llevaba una tarjeta Visa. Si no hubiera llevado esa tarjeta de plástico hubiera sido un puto inmigrante. Un latino de mierda.
Pero como españoles nos sentimos mejores, diferentes y elegidos…, mientras no salimos de nuestra cueva. A trabajar, a estudiar o a mirar el mundo. Pues si salimos, además de aprender a mirar, nos damos cuenta que en realidad somos tan solo personas. Maravillosamente personas.
También se nos olvida enseguida que nuestro padres y abuelos fueron inmigrantes. Incluso muchos de ellos lo fueron sin salir de España. Y eran tratados en sus tierras de acogida como putos inmigrantes que venían a trabajar mal y barato, a joder el trabajo de los nativos. Aunque vinieran de Soria o de Almería.
Hoy lo son nuestros hijos que van a estudiar o trabajar a otros países y son mirados por algunos ciudadanos como algunos de nosotros miramos a los diferentes. En muchos pueblos al forastero se le mira por encima del hombro cuando llega a vivir o trabajar, aunque sea de dos pueblos más allá.
Lo curioso es que muchos de estos insolidarios, dicen llamarse cristianos.