Vamos a desayunar de forma diferente. Una receta sencilla y eficaz. Mezclamos un puñadito de besos con muchos abrazos de árbol. De esos fuertes y profundos, de los que transmiten fuerza.
Luego unas cuantas sonrisas sinceras, unas miradas, algunas caricias de intensidad variable según las compañías y unos susurros cómplices.
Todo esto lo mezclaremos bien, con suavidad, no lo agitaremos, y lo serviremos todos los días por la mañana.