Una constante en el mundo educativo es encontrarte a alumnos que no saben lo que en teoría ya habían aprendido. Llegan a cursos superiores o a la Universidad sin los conocimientos necesarios en materias básicas que le resultan imprescindibles para seguir las nuevas clases.
Hay una teoría (o dos) entre los alumnos mediocres, de que al colegio se va para aprobar los exámenes. No para aprender TODO. Y lo que es casi lo mismo. Mucho de lo que intentan enseñarte los profesores NO SIRVE para nada.
Así que con esta ideas, se aprende lo justo para aprobar el examen, y se olvida enseguida, como si nuestro cerebro, nuestra capacidad de aprender y de retener conocimientos, fuera finita y se tuviera que desaprender algo para dejar espacio para lo siguiente.
Nuestro cerebro no es un disco duro que se llena y tiene un tamaño determinado. O si lo tiene, es tan enorme que cabe mucho más de lo que logramos aprender en toda la vida. Lo malo es que no queremos retener o no sabemos retener. O no nos enseñan a retener, a conservar lo aprendido.
No es lo mismo aprender que memorizar. Sí es posible memorizar durante un tiempo una lección no aprendida y entonces sí es fácil desaprender, vaciar lo que hemos retenido, como si tuviéramos que dejar espacio libre. Esta técnica que ir superando exámenes sin aprender es un gran error que logra llevarte a un punto de no retorno, donde se hunde todo el entramado falso.
Si en los cursos superiores, detectado el mal sistema de aprendizaje, no te encuentras a un profesor que sepa recordarte con urgencia lo que simplemente memorizaste para aprobar, te hundes y tienen que abandonar.
Si tienes la suerte de topar con un profesor ducho en este problema, es posible recuperarte, pues lo que memorizaste para aprobar no se borra del todo y es fácil volverlo a entender y con mucha más rapidez.
Pero dependes de la suerte de encontrar a un profesor con paciencia y ganas de corregir sin acritud. Algo muy complicado de encontrar en la Universidad.