Me cuesta sentarme a reflexionar antes de ponerme a escribir sobre la situación de España y Cataluña, pues entiendo que si ambas partes se están saltando las normas políticas básicas, la Ley o están jugando con ella o la están retorciendo, un pobre escribidor no es nadie para opinar sin antes no ponerse a llorar de pena. Entiendo de ajedrez, pero no de tute o de subastado. Y por eso me pierdo. Pero voy a lo magro.
¿Qué papel está jugando la izquierda española en todo este conflicto grave?
No es nada fácil para la izquierda española —que llegó tan dividida a este problema—, saber qué hacer, por dónde mirar, qué opinar, con quien caminar de la mano. Los dos grupos —PSOE y Podemos— han optado por colocarse en diferentes posiciones y eso debilita las soluciones progresistas, dando más fuerza a las conservadoras.
Inevitablemente y aunque partiendo la izquierda de conceptos muy similares —el derecho a decidir de los catalanes—, los movimientos pendulares de sus respectivos aliados ante el problema —por un lado el PP y por otro el independentismo moderado— hace que ante los constantes conflictos se tengan que distanciar y posicionar en diferentes líneas ideológicas.
El corto plazo es resolver sin violencia el problema de Cataluña; que es muy complicado sobre todo por su enquistamiento ante la inanición de excesivos poderes de todo tipo, en Madrid y Barcelona. La violencia tiene muchas aristas y colores, no siempre es física, no siempre es soportable, no siempre se olvida. Y sobre todo siempre deja huellas en la historia.
Pero sobre todo me preocupa y mucho el medio y largo plazo. No escucho a nadie hablar del 2020 ante este problema. Todos deben pensar un: “¡Ya veremos!”. Y ese error me parece dramático. Lo que vaya a suceder en el 2020 o en el 2030, lo estamos escribiendo hoy. No sabemos en qué punto estaremos dentro de 2 ó 15 años, pero dependerá de los aciertos o errores que hoy mismo estemos gestando. Por eso es fundamental pensar en el medio y largo plazo.
¿Y esta reflexión me sirve para Cataluña y para la izquierda?
El papel del PSOE es el de la responsabilidad española. Pero está excesivamente abrazado al oso conservador del “padre protector” que tanto ha calado en la sociedad española. Y el papel de Podemos sigue siendo un libro de hojas desgrapadas, dispersas y sin unas portadas o tapas que resulten claras para adivinar de qué libro se trata, con solo una mirada. No vemos un título claro.
El juego de las banderas me parece destructor. Por debajo de esas banderas existe un componente de violencia frenada, de muchas personas anónimas y en muchos casos desafectados de todo tipo de política, que ya se nota entre amigos, familiares o compañeros de trabajo. Hay que curar heridas para que no sangren mucho tiempo.
Si sumamos a todo el problema actual, que el concepto de que la política es negativa, junto al uso e incluso abuso de trapos de colores, mensajes rápidos y vacuos entre todas las partes, manipulaciones de todo tipo en todos los lados, juegos de justicia para mover alfiles, medios de comunicación manipulados, incapacidad de diálogo real y juegos de cartas para la galería, nos encontramos en un momento mucho peor, aunque no haya violencia de sacar los colores.
¿De qué debería hablar España en estos momentos?
España debería haber hablado de su pobreza, de su mercado laboral, de su nueva economía productiva, de su formación mal utilizada, del encaje de todos los territorios en una Constitución ya ajada, del efecto empobrecedor de la última crisis de una década, de sus debilidades políticas y sociales, de su autoestima. De Europa e Iberoamérica.
Pero en cambio nuestra sociedad está hablando de autodeterminación sin saber qué representa eso y ni si es lógico, bueno o un error. Hablamos de Europa como el padre al que le queremos pedir consejo pero sin que se entere nadie de para qué. Jugamos al electoralismo más imprudente para tomar posición en el tablero, aunque este se nos caiga al suelo antes de hacer enroque. Estamos hablando de presos políticos que es un concepto de los años 70 mientras odiamos la Transición donde sí supimos hablar y negociar en calma pero avanzando. Necesitamos un tiempo muerto, y a cambio hemos matado al tiempo, jugando a la lentitud planificada.