Es muy complejo acudir al diálogo sobre Cataluña en las actuales condiciones, aunque sea la única forma de lograr desatascar este grave problema, sin lograr nuevas afecciones sociales. Es tarde, es un juego de manos burdo, es poco generoso con las soluciones el ofrecimiento que ayer hizo Puigdemont tras proclamar la República y la Independencia en una Cataluña dividida.
Ni España puede permitir la mediación de Europa pues supondría la aceptación de nuestra minusvalorada capacidad, ni es posible entablar un diálogo con una parte que saltándose las leyes del propio Parlamento catalán, se ha saltado las leyes de España. Cataluña necesita un nuevo enfoque en España, pero con los actuales políticos es imposible.
Rajoy se resiste a tomar medidas constitucionales drásticas, pues sabe que supone entrar en un callejón con una salida muy incierta. Por eso prefiere otro tipo de actuaciones a la de andar por el 155. Medidas que en realidad pueden ser incluso más contundentes. Cualquier decisión todavía tiene un recorrido válido siempre que no entre en acción la violencia.
El error policial del 1-O cerró varias puertas de golpe, y ahora se está provocando para que otros errores similares abran ventanas a Europa. Cuidado con las trampas, pues el tiempo se acabó para todas las partes hace al menos dos meses.