Hay consenso entre todas las partes políticas y sociales que gobiernas los Estados. Sin suficiente formación los propios países, sus sociedades y economías, funcionan mal.
Y coincidimos todos en que la formación debe ser de alta calidad, innovadora, constante y permanente en la vida laboral y vital, y que los métodos y el profesorado debe ser de alta calidad y muy motivado.
Y también afirmamos casi todos que para superar los retos de los nuevos tiempos, más tecnificados y donde el trabajo va a tener que competir contra las nuevas máquinas, hay que crear nuevas oportunidades laborales, que entiendan el futuro como un tiempo de cambios emocionantes pero a la vez como un ciclo nuevo donde tendremos que vivir con menos trabajo.
Pero estas teorías totalmente admitidas, se quedan en nada a la hora de plasmarlas en decisiones, en reflexiones incluso, que sirva para poner en valor la nueva formación, los nuevos tiempos económicos y laborales, las nuevas profesiones, las oportunidades de ser válidos desde actividades que hoy no podemos ni imaginar.
¿Cómo queremos que sea el mundo dentro de un par de décadas?
De nuestras respuestas depende la construcción del futuro. Es falso que todo venga dado por inercia, pues eso demostraría que somos mucho más tontos de lo que parecemos. Somos capaces de modelar el futuro laboral, técnico, económico, productivo, consumista, formativo, organizativo. No estamos en manos de las máquinas, ellas no piensan excepto que las obliguemos a pensar.
Pero sí estamos en manos de los que nos quieren como esclavos del siglo XXI y aquí es donde reside el silencio y la manipulación o la dejadez.
Algunos poderes controlan la formación de calidad, su tamaño y su extensión, para así poder controlar sus beneficios sin problemas laborales.
Pero cada uno de nosotros somos capaces de escapar de esos caminos pre diseñados, actuando personalmente buscando esos caminos de formación de calidad, saliendo de los caminos que nos prediseñan.