Los gobiernos y los Estados, algunas veces, demuestran una incapacidad social para realizar su trabajo, que asombra. España es una nación violenta y así lo demuestra su historia. Provocadoramente violenta, en unos ejercicios sociales que se van cociendo con los años hasta que explotan. Y vuelvo a referirme a la historia como ejemplo triste y muy doloroso.
Está demostrado que en las provocaciones sociales surgen los embriones de las violencias sociales. Y también está demostrado que ante la provocación de unos se debe actuar con inteligencia social y nunca con provocaciones mayores para poderles vencer.
No se trata de convencerles con razones, pues eso muchas veces es imposible y una herramienta menor. Pero tampoco y mucho menos con sinrazones pues eso crea una caldo social de violencia que aunque soterrada, crece hasta explotar.
El trabajo del político debe ser el de diagnosticar bien el problema, el de aplicar un tratamiento que desmonte las defensas razonadas del contrincante social, y de entender a la sociedad y no al otro político que intenta provocar. Con Cataluña hemos cometido desde Madrid el error de creer que el problema era Puigdemont y algunos políticos catalanes. Y lo que necesita diagnóstico y tratamiento es la sociedad catalana, que4 se siente ninguneada desde Madrid.
Llevamos 11 años desde que se elevó por parte del PP al Tribunal Constitucional el Estatut aprobado primero en el Parlamento de Cataluña y luego en referéndum legal. Llevamos siete años desde que el Tribunal Constitucional lo enmendó de forma extraña pues retiró artículos que sí figuran en otros estatutos de otros territorios vecinos. La sentencia anuló 14 artículos, reinterpreta y modificó 27 preceptos y declaró sin "eficacia jurídica" el término nación que figura en el preámbulo. ¿Por qué se sometió a un referéndum tras la aprobación por el Parlamento, si luego si lleva al Constitucional para que lo enmiende?
Si la solución para este problema social es mandar a la Guardia Civil a quitar urnas y a tirar al suelo a ancianos que hace fila para votar, es un tratamiento que logra todo lo contrario. Hoy Cataluña es menos española que ayer por no saber medir la solución. Con unas votaciones sin censo, sin urnas homologadas, pudiendo votar todos en cualquier lugar, sin oficina electoral, sin campaña electoral y menos de la del NO, lo lógico es dejar votar pues el resultado no sirve de nada. Y evitar más problemas.
Si quieren declarar la Independencia Unilateral, lo harán con más ganas tras unas imágenes de la policía rompiendo cristales de las puertas de los colegios públicos catalanes, que con unos millones de votos que han sido realizado sin control, con duplicidad de votos, totalmente antidemocráticos.
Ante los problemas sociales, siempre, soluciones políticas y no soluciones judiciales o policiales. Si lo que queremos es resolver de verdad el problema en el medio plazo, y no en el “ahora”. Las imágenes de hoy darán las vuelta al mundo y España está hoy más pobre que ayer. Con menos razones, con menos democracia.