Ha vuelto a defraudar Pedro Sánchez, y lo curioso es que van ya varias veces en las que se mueve de sitio, se desploma, cae rendido ante sus contrincantes o es despedido de forma fulminante de su propio partido. ¿No hay más agallas para mantener el socialismo como una identidad ideológica de respeto ante todos los demás?
Vuelven las patatas mentales, llenas de barro y nudos podridos.
Dijo Pedro Sánchez hace pocos días que apoyaba el 155 pero comedido, suave, leve, e incluso aseguró que tenía un acuerdo con el PP para celebrar elecciones en Cataluña para enero de 2018. Luego el 155 ha salido muy duro, las elecciones serán (que ya veremos) en seis meses, y su situación por mucho que llame a Iceta por teléfono, es muy delicada en un PSC harto de ser ninguneado y puesto contra la pared catalana. Para un 155 duro, se bastaba el PP con Ciudadanos y si acaso con un PSOE que apoyase tapándose la nariz, pero nunca como líder de apoyo necesario.
El PSOE está realizando una labor responsable, yo no lo dudo, como un partido insustituible y de Estado. Tampoco lo dudo. Pero su posición era imprescindible para liderar los tamaños, las formas, las potencias, las críticas añadidas a un 155 que podría no ser la solución excepto en el corto plazo. Ha optado por volverse guerrista o felipista, sin darse cuenta que la sociedad española en el 2017…, o es muy de derechas (la mayoría) o es de izquierdas (cada vez menos).
Vuelve la izquierda a moverse, pensando que como la sociedad ha basculado hacia la derecha, debe irse hacia la derecha también. Lo malo del PSOE es que como lleva muchos años sin estar en la izquierda, moverse hacia la derecha le lleva directamente a la derecha. Al final seremos todos o de derechas o muy radicales, sin términos medios donde emplear el sentido común de una sociedad pobre. Aunque bien visto, cuanto más pobre se es, más conservadores nos volvemos.