Nunca entenderemos de soluciones si no somos capaces de entender de respuestas humanas ante los problemas. Y ese es el gran problema de la relación de Cataluña con España. Esta semana continúa la indignación social familiar incluso de una Cataluña dividida, alentada desde Bruselas por un Puigdemont que ataca brutalmente a España con calificativos que se traducen sin ninguna duda en muchos millones de euros al día.
Mientras Puigdemont habla, el gobierno de España permanece callado. Y aunque es verdad que para romper el silencio sin sentido, es mejor permanecer callado, lo es también que quien escucha los gritos no son solo los que están a favor o en contra, sino también los que desean invertir, los que tienen miedos, los que dudan entre España u otro país para edificar energía.
Cataluña no tendrá independencia ni república, pero esto nos va a costar a todos los españoles, también a los que no somos catalanes, muchos millones que como siempre, volverán a pagar con sufrimiento las mismas clases sociales.