La implantación de los sindicatos tras (y antes) de la muerte del Dictador fue común en todo el territorio español. Las grandes fábricas, los sectores o gremios más potentes, se organizaron para huir del sindicato vertical, donde en teoría convivían en igualdad los empresarios y trabajadores, como si fuera el lugar de reuniones de una gran familia en igualdad de condiciones.
El sindicato vertical era un forma muy curiosa de tener sindicatos y no servir para nada, o la menos, no para defender a los trabajadores. Todo contacto de un trabajador con su sindicato gremial era comunicada con urgencia a los jefes de su empresa, que formaban parte del mismo y eran además los que lo sufragaban con sus dineros y ponían y quitaban presidentes o funcionarios. Todo legal, para controlar a los trabajadores díscolos y apuntarlos en listas negras.
La Organización Sindical Española se crea en el año 1940 para dar carácter de normalidad a las relaciones de los trabajadores con los empresarios. No existe otro sindicato y este se va dividiendo en secciones según gremios. Era obligatorio pertenecer a este sindicato. No se podía ser independiente.
Su inicio fue claramente falangista, copiando leyes y forma de organización similares en la Alemania nazi y la Italia de Mussolini. Posteriormente fue cambiando hacia figuras del nacionalcatolicismo, con clara influencia de la iglesia y de los colegios profesionales muchas veces organizados desde la parte empresarial alrededor del Opus.
A partir de los años 60 el Partido Comunista en el exilio ve una clara debilidad en el sistema del sindicato vertical y empieza a infiltrar a trabajadores que desde dentro comienzan a tomar posiciones débiles, pero suficientes como para ayudar de otra forma a los trabajadores con problemas. De todo ese entramado inteligente nacen las Comisiones Obreras con Marcelino Camacho a la cabeza. Y lo hacen sobre una organización que ya estaba funcionando en algunas provincias, USO Unión Sindical Obrera, que nace al principio de los años 60 (1961) apoyada por la iglesia más humana y favorable al Concilio Vaticano II que favorece la defensa de los trabajadores ante los abusos esclavistas de algunas nuevas empresas.