En la noche del 23F, Adolfo Suarez solicitó hablar con el golpista Tejero a solas, para pedirle explicaciones, y con la complicidad del ujier de la Cámara Antonio Chaves, logró Suarez que el golpista Tejero le atendiera a solas unos minutos en privado dentro de una salita de portería.
El ujier hasta que fue expulsado por Tejero, tomó nota de lo que allí hablaron de forma muy tensa y casi a gritos, y bastante años después, en enero del 2012, aquellas notas se las entregó el ujier a Alfonso Guerra, y por eso las conocemos hasta el momento en que fue expulsado de la sala.
El ujier hasta que fue expulsado por Tejero, tomó nota de lo que allí hablaron de forma muy tensa y casi a gritos, y bastante años después, en enero del 2012, aquellas notas se las entregó el ujier a Alfonso Guerra, y por eso las conocemos hasta el momento en que fue expulsado de la sala.
Suárez: ¿Dónde podemos hablar?
Ujier: Presidente; aquí hay un cuarto.
S: Explíqueme qué locura es esta.
Tejero: Por España; todo por España.
S: ¡Qué vergüenza para España! ¿Quién hay detrás de esto? ¿Con quién tengo que hablar?
T: No hay nada que hablar. Solo obedecer.
S: Pero, ¿quién es el responsable?
T: Todos; estamos todos.
S: Como Presidente del Gobierno de España le ordeno que deponga su actitud.
T: Tú ya no eres Presidente de nada (actitud amenazante).
S: Le ordeno…
T: Yo solo recibo órdenes de mi general ¡Siéntese!
S: ¿Qué general?
T: Milans. No tengo nada más que hablar.
S: Le insisto. Soy el Presidente.
T: No me provoque.
S: Pare esto antes de que ocurra una tragedia. ¡Se lo ordeno!
T: Usted se calla. ¡Todo por España!
S: Le ordeno…
T: ¡Cállese; siéntese! (Dirigiéndose al ujier) ¡Usted fuera!
Según se supo, tras aquella discusión Tejero se le acercó con la pistola en la mano a Suarez y se la puso en la sien. Suarez le grito sabedor del final un: “¡¡Cuadrese!!”, y Tejero tras mirarle con desprecio dio media vuelta y salió de la sala donde quedó recluido toda la noche Adolfo Suarez. En realidad Tejero era un teniente coronel incapaz de tomar decisiones por su cuenta, habiendo superiores militares que tenían que ir a dar las órdenes pertinentes. Nunca llegaron y le dejaron solo.