Estoy en Barcelona a la que hacía casi año y medio que no venía. Mucho tiempo. Está distinta, tienen razón los que hablan de herida. Hay menos personas por las calles céntricas a cualquier hora, posiblemente sobre todo menos turistas, y los comerciantes se quejan aunque esperan que sea una moda muy temporal.
Pero lo que más me ha llamado la atención es el número creciente de indigentes tirados en la calle, viviendo entre mantas, cartones y basuras en la indignidad de su libre elección pues creo que hay albergues suficientes para recoger el problema. O para esconderlo al menos.
Ver multiplicado personalmente el drama que aumenta cada año, es una mala señal social, sea Berlín, Bruselas o Madrid y Barcelona. Y va en aumento. Esta no es la Europa que yo deseaba.