Nadie nos tiene que enseñar nada. De la familia tampoco?

Vengo de recibir mi ración diaria de sol. No todos los días puedo, claro. El sol es la vida, la energía. Mi energía. Lo que nos debería llevar a tal vez pensar que somos lo que somos, es decir muy poca cosa, gracias a lo que vamos recibiendo de aquí o de allá. Sin esas cosas que no controlamos no seríamos nada. Ni manchas.

Un poco de lluvia, algo de sol, bastante de viento para mover la mierda que desparramamos por el ambiente, otra vez algo de lluvia para poder estar líquidos, calor o frío pero dentro de lo que logramos dominar, y más aire para poder respirar.

Pero en cambio nos ocupamos de otras cosas. Es curioso. Hemos logrado no pensar, no atender en lo que nos da vida. Incluida la familia y su importancia social de mantenimiento. Para pensar con preferencia en lo que nos da rompimientos de sesos, que suele ser todo lo demás.

Hay sociedades donde la familia es diferente a la nuestra. Pero a esas no las queremos ni cerca ni tan siquiera conocer. 


Creemos que nuestra relación con el sol, la familia, el agua o el aire, es fabulosa según nuestra forma de estar en el mundo. Pensamos que nadie nos tiene que enseñar nada de nada.

Ya nos queda menos.