No por conocido nos resulta admisible asumir esta imagen de un barrio de la ciudad de Dubai como algo inevitable en este siglo XXI. Daría igual mostrar cualquiera de las centeneras de ciudades que crecen en todo el mundo a un ritmo casi incontrolable. Se convierten en todos los casos en ciudades muy desiguales, en bloques muy compartimentalizadas, donde hay bloques sociales claramente distintos.
En Sudamérica esto es muy palpable y nos lo han mostrado muchas veces. Pero también en los EEUU y en gran parte de África y Asia. La tendencia es crear ciudades que nada tienen que ver con la habitabilidad compartida. Una ciudad ya no ayuda a que sus integrantes gocen de los mismos servicios, incluso ya tampoco de los mismos paisajes.
El esclavismo en el siglo XXI tiene otro color, otra forma legal de ser admitido. Es lo mismo que hace 2.000 años pues tampoco ahora el esclavo puede dejar de ser esclavo. Ahora la diferencia está en que sí puede irse a dormir a su casa. Y a que las deudas para recuperar su libertad las paga en cómodos plazos… hasta la siguiente deuda.
Pero volvamos al urbanismo. Tras la enorme fachada futurista de una ciudad como Dubai que más parece siglo XXI que siglo XX, podemos observar que los barrios pobres son similares en todos los sitios. Calles estrechas, sin aceras, con casas de planta baja, con las ropas tendidas en las fachadas, irregulares, con cables colgando, con parabólicas, sin diseño.
Esta calle es de Dubai pero podría ser Marrakech o Badajoz si no fuera por el fondo de rascacielos. Podría ser Madrid años 80 o el Berlín que no sabe qué hacer son sus inmigrantes. ¿De verdad no es posible lograr resultados sociales y económicos más similares entre las diversas sociedades que habitan las mismas ciudades? ¿No es peligroso mantener estas enormes desigualdades?