En total han sido cinco conversaciones con cinco personas distintas, la de menos de media hora y la de más de dos horas y media. Me ha venido justo para comer. Sí, he empezado pronto. Pero ha merecido la pena casi todas. De la que reunión que no estoy seguro es de la que todavía no he logrado aclaraciones suficientes. Todas las conversaciones en buen rollo. Positivas.
Hablar es la mayor/mejor de las posibilidades del ser humano. Esa, más la de escribir y la de tener dedo gordo. Para sujetar la copa de vino o el vaso de bourbon.
Hablar supone escuchar. También. Hablar sin escuchar es tan de idiotas como hablar y no lograr que te escuchen. Hablar es intercambiar. Es aprender. Es abrir camino y rectificar. Es que esto hay que remarcar bien. Hablar y escuchar sirve para aprender porque se rectifican sensaciones.
Ayer tuve otra jornada intensa. pero más amigable, más de amigos de siempre. Con un amigo muy conservador. De los duros. Él ya sabe que solo puede hablar de política con sus amigos “muy” conservadores… y conmigo, porque yo le aguanto toda la gasolina.
Eso es amistad. La suya también lo es, pues soporta mis discursos contrarios totalmente a los suyos. Y nos reímos juntos. Es posible hablar sin faltar, desde opciones de izquierdas y de muy conservadores en contra la una de la otra, y reírnos de las discrepancias sabiendo que es mejor reírse que tirarse de los pelos.
No es diálogo de sordos ni de tontos. Es de amigos. Yo nunca pretenderé que mi amigo cambie de opinión. Sobre todo por que él tampoco lo pretende conmigo.