El día 17 de enero, poco más de dos semanas tras que China avisara, en los aeropuertos de los EEUU se empezaron a realizar pruebas de detección de fiebre a los pasajeros que llegaban desde la ciudad de Wuhan.
Semanas después hemos sabido que algunas personas sin síntomas pero portadoras del virus ya estaban infectando antes de que realmente notaran los problemas en su estado de salud. El virus actuaba ante de que los síntomas dieran la señal de alarma.
El día 20 de enero el científico chino Zhong Nanshan nos confirmó al mundo que la enfermedad se transmitía entre humanos y que aquello parecía un problema mayor del que a primera vista se presumía.
El día 20 de enero el científico chino Zhong Nanshan nos confirmó al mundo que la enfermedad se transmitía entre humanos y que aquello parecía un problema mayor del que a primera vista se presumía.
Más de la mitad de las provincias chinas ya estaban afectadas aunque no todas en la misma proporción y su propagación parecía mucho más rápida de lo que se había estimado, incluyendo Pekín, Shanghái y Shenzhen.
El mundo se empezaba a preocupar con una enfermedad para la que no tenemos en ese momento ni cura ni vacunas para defendernos.