Es la primera peste en la historia de la humanidad que se intenta curar sin sacar a las vírgenes o santos a la calle, sin apelar a Dios o sin señalarlo como castigador.
Se suspenden las misas, el Papa bendice al mundo en una histórica bendición Urbi et Orbien, con la Plaza de San Pedro del Vaticano totalmente vacía, mientras en la Meca no acude nadie a peregrinar, se suspende la Semana Santa, se fía todo a los técnicos, a los investigadores, a la ciencia la solución de este drama mundial.
El virus parece más fuerte que Dios, que lo ha suspendido en sus funciones, que lo ha dejado solo para ver en televisión.
Eso sí, las autoridades católicas ya han advertido que la misa es sagrada aunque se vea en la televisión, que ni se puede ver en pijama ni se puede ver en diferido. Que Dios lo ve todo, aunque no sepa qué hacer con el virus COVID19.