No sé si seremos capaces de entender bien todo lo que está sucediendo a escala humana. Se nos mueren solos los enfermos, no visitamos a los ancianos en las Residencias pues está prohibido, la soledad acompaña a la enfermedad rodeado de muchos más enfermos que también siguen en silencio el miedo y la pena en esa misma soledad que parece la puerta de la muerte.
Nos creíamos seguros y llenos de derechos, y nos han estampado en la cara la cruda realidad de la debilidad animal, de lo frágiles que son los derechos si no hay base para sustentarlos.
Nada es para siempre, nada es fijo, nada es seguro. Y lo primero que se pierde son los derechos.
Puedes ser “algo” o incluso “alguien”, puede ser “todo” para unos pocos, pero pierdes todo cuando dejas de ser una persona para convertirte en un problema, en un número, en una parte de una estadística.
No sé si saldremos mejores, pero sin duda saldremos heridos, más tristes, y algo más débiles. Ahora depende de nosotros, de cada uno de nosotros, que hayamos aprendido la lección.