En estas siete semanas de confinamiento las gentes de bien, las que leen y se escapan a mundos inventados ente letras… se han leído hasta los clásicos. Urge abrir las librerías para que compremos nuevos libros.
Urge saber también qué tipo de libros comprará la gente tras el confinamiento, qué les pedirá el cuerpo leer para un verano de calor, siesta y nada de vacaciones.
¿Hacia dónde queremos llevar nuestro ocio tras el drama de la pandemia? ¿O haremos como que nada ha existido, olvidando a los muertos en los cementerios? Hay que seguir leyendo en papel para que se puedan tocar los párrafos y oler los satinados y los barnices de las portadas. El digital es tan moderno que todavía no huele a verdad.
Hace un siglo también se vendía por Correos como vemos en la imagen superior, no nos tiene que asustar Amazón y sus repartidores, excepto si no lo sabemos hacer bien. No depende tanto de internet como de los libreros de verdad, los de profesión que deben saber cuidar a sus clientes.
¿O ya se nos ha olvidado que ser librero es una profesión mucho más compleja que vender libros? Es que me da la sensación de que hemos querido perder la profesionalidad en muchos trabajos, atrapados por esa globalización que no da miedo y sobre la que no hemos querido defendernos bien.
¿Todo lo que parece más barato y cómodo es más barato y cómodo en el medio plazo?