Hay un tipo de activistas contumaces que se dedican a trabajar contra el país a golpe de clic de ordenador junto al gintonic, intentando vender ideas que van cazando por aquí y por allí y que a lo sumo saben explicar sus novedosos planteamientos en la barra del bar. Me da igual si son de un lago o de otro, los hay repartidos como la mierda, de forma muy democrática.
Si queremos cambiar la sociedad que no nos gusta hay que trabajarla de verdad, ir a los lugares de reflexión, aportar ideas y escuchar las críticas, ver los problemas, tocarlos e incluso olerlos. Mojarse, pisar los charcos o los campos de golf, saber de qué se habla y lo que se necesita. Es fácil verlo, os lo advierto, incluso los más tintos se dan cuenta donde están los problemas pues son muy grandes.
Ayer escuchaba a tontos —disfrazados de importantes mierdas— decir que ellos no habían visto a los muertos del virus, que todo era un montaje del Gobierno. Yo este problema lo curo de un plumaje. Me los llevo una semana a limpiar las UCI con la lengua o a enterrar fallecidos pero no en los cementerios, sino que pasen otra semana en los congeladores donde estaban hasta poder meterlos en la caja. Así se enterarían y podrían hablar de verdad.