Las semanas se acaban en pocos días, ya no tienen como antes sus siete días de rigor, ahora a lo sumo un par de ellos, y no siempre.
La rapidez del consumo diario asusta, sorprende, preocupa.
Un mes son dos semanas y un año media docena de meses si tenemos suerte. El año se consume en cuatro decisiones, en una docena de gozos, en medio centenar de respiraciones acompañado.
Así no es posible sentirse vivo, en serio. Me tengo que buscar un lugar donde los años sigan siendo años.