¿Prohibimos el teatro, el deporte con espectadores, la playa como la conocíamos, las manifestaciones, las Ferias, las Fiestas de las ciudades y pueblos? La solución no puede pasar por evitar que se reúnan a la vez y en el mismo sitio más de una docena de personas.
Incluso teniendo vacuna podrían surgir nuevas formas del virus y la solución no parece el confinamiento, la individualidad como nueva forma de estar entre la sociedad.
Hay que aprender a mirarnos con nuevos objetivos, aprendiendo a medir el riesgo de otra forma, admitindo que el Riesgo 0 no existe desde la prehistoria.
Podríamos pactar un abandono de ciertas prácticas sin defensa, algo complejo pues depende de cada persona. O podríamos terminar —como parece lógico— en manos de la sociología para comprender las decisiones de las personas y trabajar con ellas.
El problema de salud ha devenido en un problema económico en segundo lugar, pero también en un problema social tanto en el aspecto económico como de relación con la propia vida en sociedad.
Y ante estos nuevos retos ya no deben ser los técnicos en Sanidad los que opinen, sino los técnicos en psicología social, en sociología, en economía.