Nadie se salva de este viaje con parada y fonda, es Ley de Vida y más bien de Muerte. Hoy se nos ha ido Julio Anguita, aquel mozo que demostró que siendo comunista se puede llegar a ser alcalde de una capital de provincia cuando pensábamos muchos que nunca les dejarían llegar tan alto. Era el año 1979 y casi parecía un milagro aquello, pero se lo merecía, se lo había ganado por muchas cosas y formas de explicar lo que había que hacer.
Ya no quedan comunistas como aquellos. Ya no quedan ni tan siquiera políticos como aquellos, me refiero funcionando como políticos. No es que los tiempos pasados fueran mejores, es que simplemente estos son peores.
Julio Anguita no habrá ido al Cielo, y tampoco es que lo estuviera buscando nunca, pues él era más de estar con las personas, con los problemas. Y en el cielo no hay más que almas y si acaso bendiciones y miradas perdidas. Tampoco podrá descansar en Paz, pues era un hombre de mirada ácida y dura que no consentía sin revolvérsele las tripas tantas y tantas injusticias como veía. Así que seguirá sufriendo por todos. Es lo que toca.