Si en el año 1881 ya se hablaba sobre la importancia para los alumnos de pasear por el campo, de hacer caminatas y excursiones, de tocar y observar en vivo, parece incomprensible que casi 150 años después y cuando estar en la calle sea más complicado que nunca pues las ciudades no son amables para los niños, sigamos pensando que las escuelas deben ser lugares cerrados, rodeadas de campos de cemento, sin muchas posibilidades de hacer excursiones o salidas por el miedo al riesgo, al accidente, a la responsabilidad.
Y lo curioso es que no sepamos encontrar solución a estas deficiencias de concepto hacia los niños, que necesitan más que nunca pisar la tierra. Como decía Giner de los Ríos en 1901: un día de campo para un niño, vale mucho más que un día de clase.