Hace unos meses en la Gran Vía de Madrid (cuando Madrid estaba abierto, existía) se nos ha acercó una joven en un mercadillo navideño con una canasta llena de papelitos de colores. Nos invitó a tomar uno del recipiente, gratis advirtió, el papelito que quisiéramos.
Estaba repartiendo —nos ha dicho— pequeñas dosis de poesía, para que nos fuéramos acostumbrando todos los días a tomar una pequeña dosis antes del desayuno.
La sorpresa agradable viene cuando efectivamente, tan sólo está repartiendo pequeñas dosis de poesía.
No pretendía nada; pero que alguien te regalen por la mañana abrazos, besos o poesías es casi imposible.
Nos ha tocado un pequeño poema firmado por Lemotbulle.
No sabía quien era este presunto poeta inglés. Luego me he enterado que es un proyecto, que era Valentina Lara (la propia autora) la que me ha dado a escoger su poesía.
Tremendo regalo para una mañana de paseo. ¿Podría ser tan sencillo lograr que el mundo fuera un poco mejor?