La prepotencia no sirve de casi nada pues se nota en exceso. Y tampoco te da una seguridad personal que dure mucho tiempo. Al contrario logra que los que te rodean te teman y si tu crees notar una relación de afecto es muchas veces por reparos o por miedo al poder que puedas tener.
Una vez que ellos logran romper sus ataduras, tu prepotencia no te sirve para nada, excepto para ser infeliz. Para abrir las puertas de las buenas relaciones, la humildad en el trato es la mejor llave.
En los últimos años se llevan las críticas al mal llamado "buenismo" como si fuera un adjetivo descalificativo y que tacha a las personas de inútiles. Intentar ser buena persona es algo simple, se basa en un lema muy sencillo.
No hagas a los demás, lo que no te gustaría que ellos te hicieran a ti.
Seamos respetuosos con los demás, seamos también honestos e incluso un poco de humildes pues la prepotencia queda muy mal en las relaciones con los demás. Puedes estar muy seguro de tí mismo y eso no significa que tengas que disfrazarte de prepotente. Somos los que somos, sobre todo lo que los otros creen que somos, y no debemos aparentar nunca una coraza absurda que solo sirve para que los demás se pongan a la defensiva.
Debemos ser buena personas, buenos líderes de equipos de trabajo, capaces de controlarnos y de no tener ni ansiedad ni depresión por no ser serenos ante los problemas, deberíamos cuidar más nuestra vida personal y familiar y estar aprendiendo constantemente de todos los que nos rodean. Si además tenemos una visión espiritual de los motivos por los que estamos en estos espacios, sea la que sea nuestra religión o NO religión, lograremos ser un poco más felices.
Y a todo eso debemos añadirle una responsabilidad social y humana, de comportamiento y de trabajo por todo lo que nos rodea, sobre todo por las personas que nos acompañan en la vida, para construir al menos un mundo similar al que nos encontramos ya funcionando cuando nacimos. De esa manera nos amaremos más a nosotros mismos; es así de simple.